Uno de los problemas de la política peruana es su enorme dificultad para llamar a las cosas por su nombre. La política, muchas veces, es refugio de la mentira y fuente de confusión. Si la política está en crisis es porque no ha podido ni puede, hasta ahora, establecer nexos comunicativos que le permitan construir verdades socialmente aceptadas por los ciudadanos. A los políticos no se les "escucha", tampoco se les "cree" y menos se les "entiende". La política ha perdido relevancia como fuente de explicación y de sentido de lo que "sucede" en el "mundo". El problema es que ni la política ni los políticos "llaman a las cosas por su nombre".
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